Historias de mi pueblo

La casa de Los Condes

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Angel Ribot
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En el centro histórico de la capital cubana, exactamente en la Calle San Ignacio 411, entre Sol y Muralla, se levanta hoy el “Hostal Beltrán de Santa Cruz.”

Esta elegante casona enclavada muy cerca de la Plaza Vieja, abra sus puertas convertida en una acogedora hospedería, donde la sugerente combinación de elementos antiguos y modernos es un motivo que exalta la originalidad de su atractivo diseño.

En 1732, Don Gabriel Beltrán de Santa Cruz contrató la edificación de una casa en la Plaza Vieja, -la casa de los Condes de Jaruco- pero murió en los inicios de la obra. Su viuda Doña Antonia Aranda y Avellaneda. Hija del alcalde de la fortaleza de San Salvador de la Punta, amplió el proyecto y pidió al contratista que en lugar del traspatio de la casa principal construyera una réplica de la misma a pequeña escala, llamada desde entonces “La Casa Chiquita” que fue terminada en 1739.

Con el paso del tiempo ésta fue habitada por familias y personalidades sobresalientes de la sociedad habanera como, Pedro Beltrán de Santa Cruz, Conde de San Juan de Jaruco; Josefa Catalina de Santa Cruz, hermana de la Marquesa de Cárdenas de Monte Hermoso; la familia del Marqués de Casa Peñalver y otros.

En la Casa de Los Condes de Jaruco, se agasajó y acogió a las más distinguidas personalidades que visitaron la ciudad, entre ellas, El Barón Alejandro de Humboldt, eminente científico alemán, y a tres príncipes franceses: el Conde de Beaujolais, y los duques de Montpensier y de Orlean; este último se convirtió posteriormente en el Rey Luis Felipe de Francia.

Se afirma que en esta nació, en 1879, Mercedes Santa Cruz y Montalvo, escritora notable, que con los años se convertiría en la Condesa de Merlín, hija del tercer Conde de San Juan de Jaruco y Primer Conde de Mopox.

La Casa Chica, de San Ignacio 411, Hotel Beltrán de Santa Cruz, llaga hasta nuestros días sin grandes transformaciones y manteniendo sus componentes antiguos y su aire colonial, como viejo testigo de esplendores coloniales, donde el bejuco ha cubierto con amplias espirales de columnas y los capiteles, mientras los renovados mediopuntos apagan su reflejo en las losetas.

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