Historias de mi pueblo

El patrimonio, inmueble que se nos va (+ Fotos)

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Elías Zayas
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El próximo año 2020 traerá para los jaruqueños el 250 aniversario de su fundación como Ciudad Condal. Si bien es cierto que el abolengo del título no trajo consigo la merecida prosperidad socio-económica que lograron otras ciudades con similar rango en otros lares del planeta, el mismo se ha constituido en legítimo orgullo y elemento propio de la identidad local de muchas generaciones de sus hijos durante las diferentes épocas de su existencia.

Desde entonces acá la ciudad ha pasado por numerosas transformaciones arquitectónicas y urbanísticas que han cambiado su aspecto físico y tamaño, según los momentos de bonanzas o de penurias que modelaron el perfil urbano que hoy nos muestra.

Diversas han sido las causas de los cambios ocurridos. Algunas de origen natural, ciclones y tormentas casi hicieron desaparecer las primitivas edificaciones de madera y paja que se levantaron en torno a la plaza situada frente a la iglesia.

Del mismo modo terribles incendios borraron en más de una ocasión de la superficie de la tierra innumerables casas de la antigua población colonial trayendo consigo la prohibición de cubrir las casas del poblado con paja o guano.

Incluso la memorable acción militar de las tropas del Lugar Teniente General de Ejército Libertador durante las luchas por nuestra independencia – la cual nos inmortaliza dentro de la historia nacional- hizo también estragos en las edificaciones de la ciudad al hacer valer la estrategia mambisa de la tea incendiaria ya a finales del siglo XIX, devorando el fuego buena parte de la ciudad.

A pesar de estas circunstancias ? y otras no relatadas en este trabajo – la ciudad y su gente se las arreglaron para hacerla resurgir y mantenerla erguida en el tiempo. Por esa voluntad han llegado a nuestros días numerosas edificaciones, que conformando parte de los distintos momentos constructivos, y con diversas estructuras y estilos arquitectónicos, constituyen parte esencial de nuestro modesto patrimonio cultural inmueble.

Se destacan dentro de todas ellas las de tipología colonial que en su inmensa mayoría están enclavadas en la zona más antigua de la ciudad, formando parte del centro histórico y de sus áreas aledañas. En este entorno podemos encontrar las más representativas muestras de las construcciones coloniales típicas jaruqueñas.

Ante los ojos de cualquier curioso observador asomaran en un instante un número de adaptaciones introducidas al modelo convencional de casa colonial cubana que la adecuan a las particulares de terreno jaruqueño y cuya complejidad está en correspondencia con los conocimientos técnicos de los alarifes locales.

Hermosos tejaroces y portones coloniales, pretiles y cornisas con pretensiones neoclásicas, rejas decoradas, pórticos, zaguanes, cenefas, guardapolvos, aparecen entre los recursos constructivos utilizados que pueden todavía hallarse como ejemplo de su perdurabilidad en el tiempo y presencia de una parte de nuestra cultura local que no podemos conformarnos con que desaparezca a pesar de las carencias y dificultades.

El lamentable estado físico de muchas de estas construcciones y de sus elementos estructurales característicos de la época en que fueron edificadas pone en extremo peligro el patrimonio inmueble colonial de la ciudad.

La experiencia vivida nos demuestra elocuentemente que la pérdida física de una de estas edificaciones es irrecuperable. Cada transformación “invasora” arranca de ellas elementos de incalculable valor para el patrimonio local que se hacen aún más notable en nuestro caso dada las características de nuestro entorno, las escasas dimensiones espaciales del área y el relativo escaso número de inmuebles que poseen posibilidades de restaurar o recuperar.

Jaruco fue por un período de más de siglo y medio el centro de la jurisdicción del mismo nombre al noreste de la Habana abarcando una considerable extensión de dicha área y en asentándose en ella importantes instituciones políticas, judiciales y militares, para la región, del gobierno colonial de la Isla.

La historia local carece aún de un amplio estudio al respecto. Las valiosas investigaciones que involucran al patrimonio inmueble hasta hoy realizadas –principalmente referidas solamente a la iglesia y la cárcel del poblado- no nos permiten aquilatar con amplitud y exactitud los valores históricos que aún se guardan en otras edificaciones coloniales antiguas de la ciudad como es el caso de la casa del Presbítero Ginés por solo citar un ejemplo.

Lo antes expuesto me lleva –dada mí consideración- a que la percepción de autoridades y pobladores ante el hecho de la pérdida física de estos inmuebles, unido a la necesidad de mejorar el fondo habitacional y la carencias de recursos, no favorezca que el proceso de cuidado y preservación de estos sea con la inmediatez que el mismo requiere y exige si queremos salvarlo para las venideras generaciones.

 

Una muestra de la pérdida del patrimonio inmueble colonial. Arriba izquierda estado en que se encontraba la casa colonial en la década de los noventa del S. XX. Arriba a la derecha en los primeros años de la segunda década del S. XXI. Abajo lo que existe en la actualidad en el lugar de la casa colonial.

Hablar de los factores que han influido en el estado de deterioro en que se encuentran actualmente estas edificaciones nos llevaría a una problemática que transitan por caminos que van desde la ausencia de políticas locales de conservación, restauración y conservación oportunas, sistemáticas y diferenciadas -aún desde aquellos tiempos cuando más posibilidades de materiales y recursos humanos disponíamos localmente para realizar estas actividades-, pasando por la falta de exigencia de las estructuras administrativas encargadas de hacer cumplir lo regulado en las normas de urbanización o de aquellas referidas a la protección del patrimonio, el paternalismo ante las violaciones de esas normas -tanto por las administraciones de entidades estatales como por particulares- que permiten la ejecución de intervenciones en inmuebles transformándolos de modo negativo y haciéndoles perder sus características típicas de la época y con ello sus valores culturales y simbólicos.

La falta de responsabilidad, de sentido de pertenencia, de una cultura sobre el cuidado del patrimonio de un grupo de personas naturales que muestran su insensibilidad al poner sus intereses individuales y gustos estéticos, que no siempre tienen que ver con las justificadas razones de encontrar la mejoría o solución de un problema que le atañe, y laceran indiscriminadamente el patrimonio colectivo.

Si bien el vigente deterioro en estas edificaciones no es algo imputable solamente al accionar de las estructuras decisoras actuales, sí es de ahora la necesaria acción mancomunada de todos los factores sociales, de los recursos educativos, volitivos, humanos y materiales disponibles para detener la situación que nos convoca en aras de no lamentar su pérdida.

Deterioro de parte de un alero en una casa colonial donde se encuentra enclavado un centro estatal. Parte del alero de una vivienda particular en el área colonial de la ciudad.

Se necesita de un pronto movimiento de masas bajo una acertada dirección, planificación y administración de recursos que rompa con el inmobilismo y las trabas –subjetivas y objetivas— que impiden brindar las urgentes atenciones que está reclamando nuestro patrimonio inmueble. Se hace muy importante evitar la improvisación y la falsa creatividad y dar soluciones a los problemas constructivos de estos valores.

Darle solución a un grave problema como es el de la vivienda no puede llevarnos a crear otro que sea la extinsión de los valores atesorados por casi un cuarto de siglo de expresión cultural local. La construcción por esfuerzo propio debe ser acompañada con la adecuada asesoría técnica que exigen determinadas zonas de la ciudad -hallan sido estas oficialmente declaradas o no- de valor patrimonial.

 

 

 

 

 

La proliferación de las “cubiertas invasoras” anacrónicas con el entorno epocal.

Tres males que atentan contra el patrimonio inmueble colonial jaruqueño: (1) Alteración de la estructura de fachada, (2) cubiertas anacrónicas y (3) utilización de pinturas con colores no acordes a la tipología y época de la edificación.

Lograr que el objetivo trazado por la máxima dirección del país para desarrollar la producción de materiales de la construcción pueda ser aprovechado para obtener la solución de alternativas de recursos materiales y humanos que permitan acelerar la restauración o conservación de estos inmuebles está en nuestras manos.

Facilitar y estimular con diferentes mecanismos crediticios y o de otra índole a personas que habiten en viviendas de esta tipología con la debida concertación de compromisos serios y controlables que permitan el mantenimiento de las mismas en buen estado a mediano y largo plazo debe ser conciliado con el objetivo anteriormente expuesto y de este modo tratar de hacer cristalizar una estrategia restauradora que nos permita legar a las futuras generaciónes de jaruqueños una ciuadad con toda su historia y su patrimonio edificado.

 

 

 

 

 

El esfuerzo restaurador también ha estado presente. A la izquierda por parte del gobierno local. A derecha por particulares con esfuerzo propio.

Una cultura conservadora y no depredadora, debe imponerse armónicamente con las necesidades de viviendas y de los deseos de mejorar de la población. El trabajo realizado en un conjunto de ciudades patrimoniales en nuestro país –por citar un ejemplo próximo a nuestras realidades socioeconómicas– pone en evidencia que no existe antagonismo en la satisfacción de ambos intereses.

Pasaran los días de carencias de recursos y de dificultades económicas y dará frutos el esfuerzo de todos de construir una nación socialista cada vez más justa, prospera y sostenible. Para lograr ser consecuente con esta aspiración suprema se hace significativo salvar nuestro patrimonio inmueble, ese que se nos va cada día y junto con él parte de nuestra historia e identidad local.

* Elías Sayas Ramírez : Licenciado de Educación en la Especialidad de Física y Astronomía, ISP Enrique José Varona. Licenciado de Estudios Socioculturales UNAH Fructuoso Rodríguez. Es profesor asistente de la Facultad de Ciencias Médicas de Mayabeque.

 

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