El globo aerostático de Caraballo
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El 9 de enero en Estados Unidos se celebra el Día del Ascenso en Globo Aerostático y tal vez la efeméride sirvió de inspiración al peninsular Mario Fernández, aplatanado en el poblado jaruqueño de Caraballo.
Cuenta el licenciado José Antonio González Bacallao, autor principal del libro Historia de Caraballo, que un sábado de enero del año 1953, el pueblo rompió su acostumbrada tranquilidad con la noticia de que pondrían a volar un globo en el terreno de la pelota mientras los altoparlantes convocaban a los vecinos a presenciar el inusitado hecho en horas de la tarde noche.
Mario Fernández, dueño de una de las panaderías del pueblo, quiso poner en práctica el invento y construyó su propio globo a base de papel manteca, cuerdas, alambres y flejes de metal ligero.
Se dice que necesitaron varias sogas y escaleras de tijera para levantar el improvisado artefacto y que luego de mucho esfuerzo, en medio de la rechifla y la algarabía, una cuadrilla de varios hombres logró ponerlo en posición vertical antes de encender la cajita con el fuego para calentar el aire capaz de producir el ascenso en reto a la gravedad.
El globo poco a poco comenzó a inflarse y a tensar su estructura mientras las bocinas anunciaban el momento de soltar amarras. Pronto el criollo aparato volador se remontó a las alturas y se alejó llevándose consigo el inquietante sonido del aire caliente dentro de él.
La multitud concentrada en el terreno de la pelota frenética gritaba, aplaudía y no faltó la intervención de Bernardino de la Noval, el orador del pueblo, con una magnifica reseña histórica de la construcción del globo, que todavía resplandecía a lo lejos por el sur en dirección a Bainoa.
El discurso terminó con frases amables a nombre de los pobladores para Mario Fernández, quien más precavido que el legendario Matías Pérez, no quiso aventurarse y por eso el Globo de Caraballo voló sin tripulante dejando tras de sí una de las tantas historias que nuestro pueblo tiene para contar.