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La historia de Jaruco contada por una casa

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Saimi Reyes
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Enorme casona al final de la calle 24 en la Ciudad Condal de Jaruco.Foto tomada de Ecured

Los sitios antiguos siempre sobrecogen. Debe ser porque nos sentimos pequeños en su presencia, porque sabemos que las paredes han presenciado más vidas que las hemos vivido. Así sucede en una enorme casona al final de la calle 24 en la Ciudad Condal de Jaruco.

Esta enorme edificación de dos pisos ha estado allí durante más de 200 años y los mismos habitantes de la localidad la han sumado al imaginario popular llamándola “la casa de los misterios”.

Sin embargo, hay que atreverse a entrar en la casa de los misterios para conocer las historias que guarda la edificación. No solo porque sus paredes son testigo de muchos años y sucesos, sino porque sus habitantes, Rafael Santamaría y su esposa, atesoran las memorias locales y propias, para el gusto de quien se atreve a preguntarles.

Me acerqué a la curiosa vivienda, para explorar su historia y terminé descubriendo que los seres humanos somos, muchas veces, más interesantes que los libros, más vistosos que las maderas talladas y más fuertes que los muros de piedra.

La casa de los misterios

Rafael me impresionó desde el  primer momento. Tal vez era el contexto, pues me encontré de pronto rodeada de aquellas curiosas paredes que habían sido testigo de innumerables acontecimientos, pero desde que me saludó supe que este hombre se salía de lo común.  El recorrido por su vivienda comenzó en la planta baja.

Se trata de un solo espacio, al estilo de los ahora muy modernos lofts, habitaciones que se dividen por los muebles y no por paredes. En el cuadrante que ocupa el primer piso del edificio está la sala, pero también la cama y el estudio. Hay sobrado espacio para todo y varias entradas: puertas altas de madera, terminadas con arcos. Franquearlas es viajar en el tiempo y también, regresar. Aunque este hombre es un gran historiador, también está al día en temas de tecnología, pues maneja la computadora y otros equipos muy modernos con la pericia de un joven.

“Desde 1833, se tiene, constancia documentada de lo que ha sucedido en esta casa. Sin embargo, hay mucha tradición oral sobre la misma, y según se sabe, se construyó en 1792.”, me cuenta orgulloso Rafael, mientras me recibe.

“Publio Páez, un historiador local, me contaba que en sus primeros tiempos, esta casa donde yo vivía, había sido un barracón de esclavos de un ingenio llamado Garro, ubicado al norte de la finca. Los esclavos eran traídos en carretas para dormir. No estaba hecho nada de lo que hay arriba ni tenía portales.”, continúa, y me sobrecojo pensando en las muchas penas que vieron estos muros.

La increíble historia acumulada por estas paredes es muy variada. El local ha servido durante estos muchos años para fines disímiles. Así, durante la Guerra de los Diez Años, el antiguo barracón pasó a ser un hospital de los colonizadores. Tal era su tamaño, que permitió acomodar en ese espacio algunas camas y servicios.

Más adelante, fue el Fortín del Norte y presenció la huida de la guardia española durante el incendio de Jaruco, protagonizado por Maceo. Todos los soldados que lo ocupaban salieron huyendo ante la amenaza incendiaria del prócer mambí. “Cuando el Coronel Jefe de los Voluntarios españoles y de la guardia local vino a hacer el recorrido, esto estaba vacío”, comenta Rafael.

Más adelante, en 1926, se estableció en ese espacio el Cabaret Chavallier, la sede del conjunto de igual nombre. El sitio recreativo también acogió a los músicos de una banda jaruqueña. Hasta alrededor del año 1935 el salón acogió muchos bailes, mientras que en la parte trasera exisitía un bar, donde los visitantes se refrescaban.

Taller de confecciones La Cruz Blanca

Ya en el año 1942, el padre de nuestro huésped, Rafael Santamaría Fraga, lo adquirió y convirtió en el taller de confecciones La Cruz Blanca que, durante muchos años, fue el sustento de muchas familias jaruqueñas. El taller suministraba sus producciones a almacenes y tiendas de la capital como la tienda “El Encanto” una de las más famosas de Latinoamérica, también tenía entre sus clientes Confecciones Varadero, los Precios Fijos, almacenes Hispalis, Confecciones Mc. Gregor, Tejidos Radium, almacenes la Confianza, almacenes Ultra, y otras entidades.

Ya en esa época surge la segunda planta, que albergó 48 máquinas de coser, el doble de las montadas en la primera planta, donde se colocó también la nave de corte, de 31 metros de largo por 6 de ancho, con dos mesas de caoba, apropiadas para el tendido y corte de los tejidos que se traían de La Habana, desde los diferentes almacenes suministradores y quiénes eran los que encargaban las tareas a realizar con los tejidos.

Rafael me lleva a través del lugar donde se ubicaban las máquinas del primer piso hasta la escalera que conduce al apartamento que ahora hay arriba. Nos cuenta, en el camino, que todo era taller, y su familia se mudó en el año 1949, momento en que se cerraron los portales para mayor seguridad. El año 1965 marcó el fin de la producción del taller textil, que había sido nacionalizado en 1962.

Las fotos que antes me había mostrado en su computadora cobran sentido, ahora que comparo el antiguo lugar y el que ahora es. Las salas de costuras, llenas de trabajadores (la mayoría de ellos eran mujeres) que veo en las antiguas imágenes, ahora son habitaciones de la casa de esta hombre y su esposa. Aunque los años no pasan por gusto, es cierto que todo aquí fue construido para perdurar.

Sin dudas, la casa de Rafael Santamaría estará ahí otros dos siglos. Sin embargo, se hace necesario un esfuerzo, para revitalizar esta antigua vivienda. El patrimonio histórico de Jaruco descansa también en esa casa y toca ahora a los habitantes y a las autoridades locales preguntarle a Rafael y a su esposa: ¿En qué podemos ayudarle? ¿Cómo podemos hacer para que el deterioro no se lleve este pedazo de nuestro pasado?

Sin dudas, ellos estarán felices de responder y también, de contarle muchísimas anécdotas locales, que le harán sentirse parte de la historia gloriosa de esta vetusta Ciudad Condal  fundada por allá por 1770.

Fotos tomadas de Ecured

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