Este globo era otro

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Dos viejos amigos que escuchan estas historias, discutían acerca de que, en una de ellas, hablé una vez acerca del globo de Matías Pérez.
El globo a que hice referencia en una historia anterior no tiene nada que ver con Don Matías, ni despegó en la capital del país. El artefacto en cuestión pertenecía a Mario Fernández, español que vivía en el poblado jaruqueño de Caraballo, y era dueño de la panadería local desde los últimos años de la década de 1940.

El dueño de la panadería tuvo, ya a principios de la década de 1950, la iniciativa de construir un globo aerostático utilizando el llamado papel manteca, que era muy parecido al celofán. Utilizó goma de pegar, cuerdas y construyó la barquilla interior con aros y flejes, para luego amarrarla al globo con cuerdas y alambres.

En la cesta, construida con flejes finos de acero, iba la caja donde ardía el fuego, del que se desprendían los gases calientes que entraban al aro que conformaba la boca del globo, para inflarlo hasta que el volumen del aire caliente fuera suficiente para hacerlo ascender.

Un sábado del mes de enero de 1953, desde horas del mediodía se acondicionó el estadium caraballense con focos eléctricos, micrófonos y altoparlantes. Por la tarde trasladaron hacia allí un enorme rollo de papel, sogas y alambres y al llegar la hora del crepúsculo, el lugar estaba repleto de vecinos curiosos y expectantes por ver elevarse el artefacto.

Los afortunados que asistieron al despegue fueron testigos de un acontecimiento único y espectacular: Los presentes pudieron observar como ascendía, acompañado de aplausos y vítores de los espectadores, que llenaban por completo el estadium.

El globo se dirigió hacia el sur, en dirección al poblado de Bainoa. Transcurrido más de medio siglo, solo unos pocos recuerdan este hecho singular en la historia de Caraballo, pero que conste, aún se habla actualmente del globo, al menos entre los más antiguos pobladores de Caraballo.