Historias de mi pueblo

Un Corsario Cubano

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Francisco Martínez Chao
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La accidentada costa norte de la actual provincia de Mayabeque, fue en los siglos XVI, XVII y XVIII escondrijo seguro para los  bergantines de afamados piratas, corsarios y filibusteros de Francia, Holanda, Inglaterra y hasta de nuestro país.

¿Quién fue el primer corsario cubano?

Les contaré que se nombraba Andrés Manso de Castañeda, que de manso no tenía ni un pelo, porque a mediados del siglo XVI fue el azote de cuanto galeón español navegara por las proximidades de Boca de Jaruco, donde acostumbraba a anclar su velero.

Ni tenía una pata de palo ni esgrimía un garfio en la diestra, era esbelto y vestía ropajes de la casta nobiliaria, que adquiría a punta de sable y tiro de mosquete durante los abordajes.

Consta en viejos legajos que en 1636, a unas 13 millas de la costa, frente a Santa Cruz del Norte, cañoneó y ocupó una embarcación española cargada de oro, tabaco y maderas preciosas. Una crónica de la época atestigua que durante el ataque, la mayoría de los marineros de la Armada llegaron nadando a los arenales de la playa de Rotilla, aunque unos cuantos terminaron en la barriga de los feroces tiburones.

El Manso era de anja.

Los pescadores supersticiosos Boca de Jaruco y Santa Cruz del Norte, de antaño y contemporáneos, aseguran que cuando la luna está bajita puede verse mar adentro el fantasma de un velero ardiendo y el tronar de los cañones. Claro, son cuentos e historias fantasiosas, pero aún los buscadores de tesoros registran cuanta cueva exista por esos lares, deseosos de hallar el gran cofre repleto de joyas y doblones de oro, que dicen escondió por allí el pirata cubano Andrés Manso.

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