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Caraballo mató un gallo

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Yuliet Romero
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El pueblo cubano es dado a repetir frases o refranes cuyos orígenes muchas veces desconocemos porque el efecto implacable del tiempo se ha encargado de borrarlos.


Tal es el caso de estos versos que todos los jaruqueños hemos repetido desde siempre:
«Caraballo mató un gallo
y lo peló con agua fría,
quién ha visto a Caraballo
con la barriga vacía»
Pues les cuento que en fecha tan lejana como 1863, la sentencia aparece escrita en el Diccionario geográfico, estadístico, histórico, de la isla de Cuba, obra del escritor e historiador español Jacobo de la Pezuela y Lobo.
Según análisis del investigador José Antonio González Bacallao, autor principal del libro Historia de Caraballo, la posición geográfica de la comarca, alejada de las principales vias de comunicación, llevó a los primeros pobladores a tornarse autónomos.
En la segunda mitad del siglo XlX el pueblo ya disfrutaba de una cierta prosperidad económica, al lograr grandes y variadas producciones agropecuarias, además de contar en los alrededores con tres centrales azucareros: El Oviedo, San Rafael y El Aguiar.
En este período alcanzaron fama las feria caraballenses de ganado vacuno y equino , las cuales atraían a público de Matanzas y La Habana.
Con no más de 400 habitantes, tierras vírgenes y el trabajo abnegado de pequeños agricultores, las primeras familias de Caraballo, incluida la que dio nombre a la comarca por ser muy numerosa, hicieron posible cada año la cosecha de variados productos, tales como viandas, frutas, hortalizas y frijoles de alta calidad como los de Mamey Duro, famosos en toda la región.
Aunque es cierto que a veces las siembras fracasaban por las inundaciones en las tierras bajas y la aparición de plagas, estás se recuperaban pronto dada la fertilidad de los suelos.
La economía del pequeño asentamiento en la segunda mitad del siglo XlX era calificada como de bajos ingresos y a la vez de bajos costos, pero
al decir de José Martí…»Cada pueblo crea su especial economía…» y ese es el caso de Caraballo.
Ya entrado el siglo XX existían alrededor de 600 fincas cuyas extensiones no sobrepasaban las 3 y media Caballerías como promedio, pero con un alcance productivo capaz de llenar flotillas de camiones con destino a los mercados de la capital. Entre ellas destacaban las fincas de La Luisa, San Rafael, El Ángel y Valencia.
Estos datos justifican entonces el nacimiento de la añeja frase » Quién ha visto a Caraballo con la barriga vacía», un poblado con mucha historia para contar

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