El reloj parroquial de Jaruco
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Un paseo por las calles de la Plaza de Armas, con la tranquilidad y el colorido invernal, invita a detenerse frente a la Iglesia de Jaruco, un edificio imponente que guarda muchísimas historias. Levantar la mirada hacia el campanario e imaginar en lo alto un reloj elegante, con su blanca esfera orientada a la plaza, no sería algo demasiado descabellado.
Revisando la literatura encontré que durante la primera mitad del siglo diecinueve varios ayuntamientos de Cuba, entre ellos Jaruco, solicitaron aprobación de las autoridades para la compra de relojes públicos.
Concluida la reparación casi total de la Iglesia San Juan Bautista de Jaruco, tras el azote de uno de los más devastadores huracanes que han pasado por el occidente de Cuba, la Tormenta de San Francisco de Borja, fue colocado en lo alto del campanario un gran reloj de fabricación suiza y de una sola esfera. La ceremonia de inauguración tuvo lugar el cinco de febrero de mil ochocientos 54 y terminó en fiesta para la que se trajo una orquesta de La Habana.
Al parecer los relojes públicos eran en ese entonces muy apreciados, no solo por su belleza; regían la vida de las agitadas ciudades en crecimiento y eran imagen de esplendor económico de sus ayuntamientos.
Del reloj parroquial de Jaruco poco se sabe, más allá de que tuviera una vida accidentada por el frecuente embate de tormentas eléctricas, aunque se desconoce si fue sustituido por otro en algún momento. Existen fotografías del año mil novecientos 29 que aún lo ubican en lo alto de la torre, en comunión perfecta con el paisaje. Poco después fue desmontado, a falta de medios y personal que lo cuidara.
De su existencia no quedó huella en los muros ni en la memoria. De su maquinaria sólida, capaz de mover complejos engranajes y grandes agujas, sólo se conserva un marco de hierro en el Museo Municipal, como resistencia al paso del tiempo y el olvido.