Opinión

Cuidarnos Desde Adentro

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En Cuba, el IV Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento al delito, la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas sociales no es solo una jornada institucional: es un llamado profundo a la conciencia colectiva.

En tiempos donde la ética y la legalidad enfrentan desafíos cotidianos, este ejercicio se convierte en una herramienta vital para fortalecer la salud moral de la nación.

La importancia de la iniciativa radica en su carácter integrador. No se trata únicamente de detectar y sancionar conductas delictivas, sino de prevenirlas desde la raíz, sembrar valores, promover el respeto a la ley y fomentar la participación ciudadana.

En este empeño, la escuela, la familia y la comunidad tienen roles insustituibles.

La escuela, como espacio de formación integral sabe que no basta con enseñar contenidos: nuestra sociedad necesita de ciudadanos conscientes, críticos y comprometidos.

La familia, por su parte, es el primer núcleo de socialización. En ella se modelan actitudes, se transmiten principios y valores que fomentan decencia y buenas actitudes cívicas capaces de no hacernos flaquear cuando los tiempos se tornan difíciles y otros pierden la idea de lo correcto.

Y la comunidad, como tejido vivo de relaciones, puede convertirse en un escudo contra la apatía y la permisividad, promoviendo la solidaridad activa en función de los intereses comunes.

Este cuarto ejercicio no debe ser visto como una rutina burocrática, sino como una oportunidad para ser aprovechada en todos los escenarios cotidianos y sirva para mirarnos como sociedad, identificar nuestras vulnerabilidades y fortalecer nuestras defensas éticas. Porque enfrentar la corrupción y las ilegalidades no es solo tarea de las autoridades: nos atañe a todos, los integrantes de una sociedad que se quiere más responsable y más viva.

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