El bloqueo y su impacto en la agricultura.
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El sector agrícola cubano no está exento de los efectos del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos desde febrero de 1962, cuyo impacto se ha agravado en los últimos años.
Esta política de injerencia por parte del gobierno norteamericano afecta de manera directa la producción de alimentos, al dificultar la exportación de ciertos productos agrícolas y encarecer la importación de insumos y maquinaria imprescindible para las labores en el campo.
Entre los múltiples problemas generados, destaca la escasez de piensos y materias primas necesarias para su elaboración, que repercute negativamente en la crianza de cerdos, aves ponedoras e incluso en las redes productivas. Esto se traduce en una contracción significativa en la producción de huevos, carne y leche, esenciales para la alimentación de la población.
Otro desafío crucial es la falta de acceso a fertilizantes, fungicidas y herbicidas para controlar las plagas, insumos que suelen tener precios elevados en las Mipymes o trabajadores por cuenta propia. Esta situación incrementa los costos de las cosechas y reduce significativamente los rendimientos agrícolas.
La política de asfixia económica también complica la adquisición de semillas fundamentales para cultivos clave como papa, pimientos, zanahorias y cebollas, entre otros. A esto se suma la disminución de combustible, resultado en parte de la persecución a los buques que lo transportan hacia el país. Esta carencia limita labores esenciales como la roturación de tierras, el riego, el acarreo de leche y el funcionamiento de la cadena de comercialización, lo que genera desabastecimiento y reduce la oferta y diversidad en los mercados.
En el ámbito ganadero, el cerco financiero restringe gravemente el acceso a medicamentos veterinarios necesarios para preservar la salud de los rebaños. Además, dificulta la adquisición de tecnología moderna como cosechadoras, tractores, segadoras y sistemas avanzados de riego, así como paneles solares que podrían optimizar las labores.
En líneas generales, estas limitaciones representan un freno al desarrollo del sector agropecuario en Cuba. Los campesinos jaruqueños no son la excepción a estos impactos negativos. Sin embargo, frente a tantos retos, resulta esencial revisar las potencialidades locales, impulsar el uso de técnicas como la tracción animal y fortalecer los lazos con centros científicos para promover estrategias agroecológicas. A pesar de todos los obstáculos, hay que redoblar esfuerzos para mejorar los rendimientos y garantizar la sostenibilidad del sistema agroalimentario, aunque el camino esté lleno de escollos que incluso amenacen con generar retrocesos.
