¿Te cuesta decidir?

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¿Sabes qué? Una de las cosas más típicas que nos pasa hoy en día es quedarnos como congelados a la hora de tomar decisiones. Al principio parece normal cuando estamos frente a opciones complicadas, ¿verdad? Pero cuando esto se vuelve costumbre, ahí sí que tenemos un problemilla entre manos, tanto mental como emocional.

Es como ese miedo que te da en el estómago cuando piensas «¿y si me equivoco?». Esa ansiedad anticipada nos paraliza y nos impide avanzar. ¡Vaya obstáculo mental que nos hemos creado!

Y no nos olvidemos de esas manías perfeccionistas que tenemos. Andamos buscando la decisión perfecta como quien busca una aguja en un pajar, con un miedo terrible a arruinarlo. Al final, ¿qué hacemos? Pues dejar todo para mañana… y ese mañana nunca llega. «Ya lo decidiré después», nos decimos, y ahí seguimos, en la misma encrucijada.

También está ese miedo a lo desconocido que nos frena un montón. En el fondo sabemos que probar cosas nuevas nos hace crecer, pero preferimos quedarnos en lo conocido aunque nos estanque. Es como quedarte siempre en la misma playa cuando tienes todo un océano por explorar.

Y esos momentos entre lo que dejamos atrás y lo nuevo que viene… ¡menuda montaña rusa emocional! Muchos nos sentimos abrumados en ese espacio intermedio. Necesitamos darnos tiempo y ser compasivos con nosotros mismos para navegar por esos cambios sin hundirnos.

Es curioso, ¿no? Estamos en 2025, con toda esta inteligencia artificial y automatización para ayudarnos a decidir, pero al final del día, la sabiduría humana y el sentido común siguen siendo insustituibles para entender situaciones complejas.

Lo importante es entender que no todos los caminos nos llevan a donde queremos ir, pero eso no debería asustarnos. Al contrario, debería animarnos a pensar un poquito mejor nuestras opciones. A veces, esos desvíos inesperados nos regalan las mejores anécdotas y aprendizajes.

 

Yazmín Hidalgo