Al pie del surco
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En la mañana del jueves, una llovizna fina como niebla, cubría los campos cercanos al edificio administrativo de la Cooperativa de ProducciónEn la mañana del jueves, una llovizna fina como niebla, cubría los campos cercanos al edificio administrativo de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Amistad Cuba-Cambodia.
El frío calaba los huesos y casi todo el mundo permanecía resguardado. Al comenzar a caminar levanté la vista del sendero enlodado y divisé a unos metros las siluetas de varios hombres inmersos en labores de siembra. Al contemplarlos, quedé asombrada, me preguntaba, ¿acaso no los afecta el descenso de las temperaturas?
Detuve la marcha y tomé unas imágenes para inmortalizar el momento. Esa estampa me hizo recordar a mi papá, que toda su vida ha sido campesino, y una y otra vez me repite «el guajiro no tiene día de descanso, no importa si llueve o si el sol raja las piedras, los animales y la cosecha no pueden esperar, es constante».
A la distancia a la cual me encontraba no pude saber de qué temas conversaban, solo los veía ir y venir como laboriosas abejas de un surco a otro dejando caer en la tierra la semilla de lo que en poco tiempo será alimento para ellos y su familia.
Los guajiros son personas valientes, arraigados al terruño, entregados a su actividad, frontales, hablan sin pelos en la lengua, consagrados y muy sacrificados. Y justo en ese momento cuando sin capa o nailon, atascados en el fango, quizás sin el calzado adecuado repoblaban el suelo, aprovechando el agua que la naturaleza les regala, reafirmé que cuando hay manos dispuestas a producir no existen los imposibles.
En tiempos de tantas limitaciones de recursos y de combustible, estos hombres cuyos nombres y rostros no conozco, cada jornada tratan de dar el golpe a tiempo para sembrar y aprovechar la humedad, con el objetivo de sacar del campo, los frutos. Son gente de pueblo, con vocación de servicio, de esas que necesitamos, de las que no se amilanan, porque el campo no tiene vacaciones