Un acto de rebeldía (+Fotorreportaje)

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La magia del Circo Canillita en Jaruco no es un truco de ilusionismo, sino un acto de profunda rebeldía. Tras presenciar el espectáculo por enésima vez, lo que sigue asombrando no es solo su impecable profesionalidad y la contagiosa alegría que desborda su elenco, sino la tenacidad con la que transforman un cine abandonado en un oasis de esperanza y alegría para la comunidad.

Este circo no es solo entretenimiento; es un desafío a la inercia y a la desesperanza que a menudo nos asedian. Ver cómo un espacio desahuciado cobra vida, cómo familias enteras se reúnen y vibran al unísono, es un testimonio del poder transformador del arte.

Pero la verdadera rebeldía del Circo Canillita reside en su compromiso inquebrantable. Las promesas no son meras palabras, sino actos concretos: el regreso puntual, el espectáculo para adultos, muy esperado, incluso la probable resurrección de un aire acondicionado dado por muerto. Son gestos que demuestran un profundo respeto por el público y una firme determinación de cumplir con la palabra empeñada.

En un contexto marcado por la escasez, el trabajo de Alberto Acosta y su equipo adquiere una dimensión aún mayor. A pesar de las dificultades, de las noches en vela, del calor sofocante tras el escenario, de la titánica tarea de reconstruir un espacio desde cero, el Circo Canillita persiste y florece. Y lo más admirable es que, en medio de todo, Alberto Acosta nunca pierde la sonrisa.

El Circo Canillita en Jaruco no es solo un espectáculo, es un faro de esperanza, un acto de resistencia artística que nos recuerda que la alegría y la comunidad son posibles, incluso en las circunstancias más adversas. Es un ejemplo inspirador de cómo la creatividad, la pasión y el compromiso pueden vencer la inercia y transformar realidades. Un verdadero acto de rebeldía que merece ser celebrado y replicado.