La vejez no es una enfermedad, es un privilegio

6 de febrero de 2025 Mara Bacallao Gutiérrez

Envejecer es un privilegio que, a menudo, damos por sentado. En una sociedad obsesionada con la juventud, es fácil perder de vista la increíble fortuna que representa simplemente acumular años. Piénsalo: cada arruga, cada cana, cada pequeña dolencia son marcas de una vida vivida, de experiencias aprendidas, de batallas superadas.

Significa haber sobrevivido desafíos que muchos otros no pudieron enfrentar. El privilegio del envejecimiento va más allá de la mera supervivencia. Implica el regalo del tiempo: tiempo para amar, aprender, crecer, crear. Es el tiempo para ver crecer a los hijos, compartir momentos con los nietos, y profundizar nuestras relaciones.

Es tiempo para perseguir pasiones, explorar nuevos intereses, dejar una huella en el mundo. Además, la vejez trae consigo la invaluable posesión de la sabiduría. Los años vividos otorgan una perspectiva única, una comprensión más profunda de la vida y de nosotros mismos.

Se aprende a valorar lo que realmente importa, a dejar de lado las trivialidades y a enfocarnos en lo esencial. Esa sabiduría es un tesoro que se puede compartir con las generaciones más jóvenes, guiándolas y ayudándolas a navegar por sus propios desafíos. Por supuesto, envejecer no está exento de dificultades. La salud puede deteriorarse, las fuerzas pueden disminuir, la soledad puede hacerse presente. Pero incluso en esos momentos, es importante recordar que cada día es un regalo, una oportunidad para seguir aprendiendo, amando y viviendo plenamente.

En definitiva, envejecer es un privilegio que debemos abrazar y celebrar. Es una oportunidad para reflexionar sobre nuestras vidas, para agradecer lo que hemos recibido y seguir contribuyendo al mundo con la sabiduría y experiencia. No permita que el miedo a envejecer impida disfrutar plenamente del viaje. Porque al final, lo que realmente importa no es cuántos años vivimos, sino cómo vivimos esos años.