Trampas mortales
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Como parte del cambiante paisaje urbano, resulta tristemente habitual que donde antes hubo un cesto de basura o los cimientos de una futura construcción, hoy encontremos verdaderas trampas, tan peligrosas que pueden llegar a ser mortales, sin importar la edad de quienes transiten por el lugar.
Acerca de este tema, que no es en absoluto novedoso, los invito a reflexionar.
Estos obstáculos físicos que limitan o impiden el libre movimiento de las personas son cada vez más comunes. Un claro ejemplo se encuentra justo a la entrada de San Antonio de Río Blanco, cerca del paradero del tren, donde se puede apreciar el deterioro de las aceras.
Lo preocupante, a mi criterio, es que debajo del hormigón hay canales destinados a evacuar las lluvias. Aunque no son tan profundos, caer en cualquiera de ellos puede causar laceraciones en el pie u otros daños físicos. Y el peligro se agrava durante las noches, cuando la visibilidad se ve limitada por cortes eléctricos, esos apagones tan cotidianos.
Otro foco rojo son las fundiciones recientes de cimientos en el área de la Avenida 25 en Jaruco, donde años atrás funcionaba un local de planchado del taller textil Ramón Peón, frente a la Tienda La Condal.
Lo que en su momento se consideró el avance de una futura obra, hoy es una trampa mortal. El acero expuesto amenaza como lanzas a más de un transeúnte que, apurado por abordar un transporte, no se percate de su silenciosa presencia o no logre verlo en medio de la oscuridad.
¿Y qué me dice del «Triángulo de las Bermudas» compuesto por Bandec y el Correo, la Farmacia y la Dirección de Trabajo? En esas calles se concentran a diario a personas mayores que arriesgan su integridad para conseguir medicamentos, gestionar trámites o cobrar su jubilación, transitando por un verdadero campo de minas, con una red de baches, huecos y tuberías al descubierto.
Si nos pusiéramos a enumerar los peligros presentes en las áreas por donde debe transitar la población, con alto índice de envejecimiento, la lista sería bastante extensa.
Quizás usted que me escucha o lee se pregunte: con tantos problemas económicos, sociales y carencias, ¿es realmente necesario ir sobre este tema? No sé usted, pero yo lo considero de vital importancia. Más aún si mi comentario puede servir como un llamado de atención. Si una leve colisión provoca una caída y resulta en un hueso roto o, peor aún, en un fallecimiento, ahí sí que ya no habría solución.
El peligro de muchos de estos obstáculos pudiera minimizarse con una correcta señalización y delimitación del perímetro, doblar el acero expuesto, eliminar las tuberías en desuso que se encuentran como navajas saliendo del asfalto. Siempre será mejor prevenir que lamentar. Como dice mi papá: «dar el machetazo después que pasa el majá carece de sentido».
No podemos seguir aceptando como normal la indisciplina social, la chapucería, la falta de previsión y lo mal hecho. Solo así lograremos que las personas puedan acceder a los espacios públicos con mayor seguridad, comodidad y autonomía, sin que eso se convierta en una pesadilla o en un malestar