Opinión

Código QR: ¿obligación o adorno?

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A ver, cuéntame, ¿cuántas veces has intentado pagar con QR y te han salido con un cuento chino? Seguro que más de una. Ya sabes, «la conexión está mala», «no funciona el código», o mi favorita: «la omnipresente ausencia del dueño». Y qué decir de los pagos en combo, mitad efectivo, mitad transferencia, o los límites de cantidad de dinero que aceptan en tarjeta. Además, en Cuba parece que somos digitales solo hasta el mediodía, ni se te ocurra pagar por transferencia en la tarde.

Como cliente puedo afirmar con seguridad que he disfrutado de la bonificación del 6 por ciento del pago en línea solo dos veces. Los pagos por transferencia y en su mayoría los realicé a cuentas particulares.

La verdad es que todos los que tienen un negocio en Cuba saben perfectamente que están obligados a ofrecer el pago con QR. Lo dice clarito la Resolución 93 del Mincin y la Resolución 111 del Banco Central de Cuba. Y tú, como cliente, tienes el derecho a elegir cómo pagas, ya sea con billetes o con el teléfono.

Del por qué de tantas excusas de los dueños de los negocios, no hablaré mucho. Eso, como decimos en buen cubano, se sabe. Ellos son víctimas también de la maquinaria del «solo efectivo», y no tan inocentes ante la evasión de impuestos.

La parte que me preocupa es que muchos de los clientes decimos «¿Para qué me voy a quejar? Total, no pasa nada». La raíz del problema va más allá de la simple resistencia individual. La apatía de los clientes, revela un problema de confianza institucional.

Porque, seamos claros, decir que en Jaruco existen 391 códigos QR activos y 10 puntos de venta agrícola con pagos digitales* suena muy bonito, pero en la práctica, es poco más que una pantomima. Un gesto vacío que, en lugar de modernizar la economía, alimenta la desconfianza y perpetua la informalidad.

El llamado a los actores económicos a entender que «ofrecer la vía para el pago digital en su negocio no es un favor, es UNA OBLIGACIÓN» suena a sermón en el desierto si no se acompaña de acciones concretas y transparentes.

¿Cuántas quejas se han presentado? ¿Cuántas sanciones se han aplicado? ¿Qué mecanismos de control se están implementando para verificar el cumplimiento de la normativa? Porque detrás de esa excusa del «QR roto» hay un problema más grande: el incumplimiento de la ley, la falta de respeto al cliente y, sobre todo, la sensación de que nadie está realmente haciendo nada para cambiar las cosas.

La información oficial es clara, le dice al cliente «Es tu derecho, reclámalo» y la verdad, es que lo hablamos a nivel de redes y de pasillo, pero no lo hacemos oficialmente.

Se informó en la última asamblea que el Grupo de Bancarización en Jaruco sesiona los miércoles, a la una de la tarde en el CAM. Y también circula en redes la línea habilitada por el Banco Central de Cuba, 80022622, para denunciar.

Funcionarán⁉️ Esa es la pregunta del millón. Quizás vale la pena darles una oportunidad. Quejarnos no es perder el tiempo, es exigir lo que nos corresponde, aunque muchas veces la queja, en burocracia perdida, se convierta en un peso, más que una solución.

El camino hacia la digitalización de la economía cubana está plagado de obstáculos. La obligatoriedad del pago con QR es un paso en la dirección correcta, pero su éxito depende de una fiscalización efectiva, sanciones ejemplares, mecanismos que también faciliten la gestión del emprendedor y una ciudadanía empoderada que no se resigne ante el incumplimiento. De lo contrario, el QR no será más que un adorno en un sistema que se resiste a modernizarse.

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