Opinión

Dia mundial de las costureras: un homenaje desde Jaruco

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Aunque no es tradición cubana celebrar el 14 de octubre como el Día Mundial de la Costurera, hacemos hoy eco de esta efeméride, puesto que para Jaruco cobra un significado muy especial. Aquí la costura no es solo un oficio: es herencia, identidad, arte y resistencia.

A finales de los años 20 del pasado siglo, una mujer llamada Ramona inició una maravillosa práctica: traía encargos de costura desde los grandes almacenes de La Habana para que fueran confeccionados en los hogares jaruqueños. Así, muchas mujeres, incluyendo jóvenes y niñas, pudieron incorporarse al trabajo desde casa, fortaleciendo la economía familiar. A estas emprendedoras se les llamó “Las Ramonas” en honor a su impulsora.

La calidad de sus confecciones hizo que la demanda creciera y que los almacenes capitalinos hicieran sus encargos confiando en esta mano de obra buena y económica. El modelo de trabajo resultó tan exitoso que motivó la creación de varios talleres textiles formales en el municipio.

Uno de los más emblemáticos fue el Taller de confecciones La Cruz Blanca, fundado en 1942 por Rafael Santamaría Fraga, un inmigrante español. La fábrica tomó su nombre de los almacenes La Cruz Blanca de La Habana Vieja, con quienes Santamaría mantenía vínculos comerciales.

Y precisamente fue allí, en La Cruz Blanca, donde se transformó el tosco pantalón de trabajo hecho con mezclilla en una prenda de mejor acabado y calidad con el nombre Pitusa.

Aunque la fábrica cerró, el nombre Pitusa sobrevivió en el habla popular cubano como sinónimo de pantalón jeans y de esta manera nuestra marca local trascendió como parte del lenguaje cotidiano y de la identidad cultural cubana.
Hubo muchas otras fábricas de costura en la Ciudad Condal y en los diferentes asentamientos del municipio. Tal es así que entre los años 40 y 50 se estimaba que el 85% de las mujeres jaruqueñas trabajaban en la industria textil. Los hombres también participaban, especialmente en áreas de diseño, corte, planchado, reparación de equipos y supervisión.

La tradición costurera de Jaruco no terminó con los talleres de antaño porque la actual Empresa Boga de Confecciones Textiles de Mayabeque, con sede en Jaruco, aun cuando hoy ha reducido notablemente la cantidad y productividad de sus talleres, llegó a ser la de mayor presencia y capacidad en el país
.
Aunque Jaruco están casi extintas sus productivas fábricas textiles, la tradición persiste también en la confección doméstica y comunitaria.

Algunas mujeres cosen desde casa, ya sea por encargo, por necesidad o por mantener viva la tradición. La vieja máquina de coser continúa siendo aliada en tiempos de apuro y herramienta creativa para quienes desean emprender o rescatar saberes familiares.

Muchos crecimos viendo a nuestras abuelas y madres coser: el sonido de la máquina, el olor de las telas, los alfileres en el cojín, las tijeras que no se prestaban para cortar papel… Todo eso es parte de nuestra memoria afectiva.
En lo personal, esta historia me toca muy cerca: vengo de familia costurera. De vez en cuando hago tiempo para honrar a la vieja máquina de la abuela Nena, la saco del rincón, la limpio con cariño y de ella brota una prenda nueva o se resuelve un apuro de costura rasgada. Es mi forma de agradecer, reconectar y seguir el hilo que me une a mi historia.

Hoy, más que nunca, debemos rescatar estos saberes en las nuevas generaciones. En tiempos de consumo rápido y moda desechable, enseñar a coser es enseñar a valorar, reparar y crear con las manos. Es una herramienta de autonomía, expresión y conexión con nuestras raíces.
Promover emprendimientos comunitarios, incluir la costura en espacios educativos, rescatar nuestra desaparecida Academia de Artes Manuales y reconocer públicamente a nuestras costureras, son pasos claves para un futuro más prospero y un desarrollo local arraigado en nuestra identidad.

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