Opinión

Con cara de Mujer

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Cada 25 de noviembre el mundo celebra el Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres y las Niñas. Por lo general en fechas cercanas a esa efeméride se desarrollan campañas y se realizan conversatorios en centros de trabajo y comunidades con el fin de crear conciencia en la población y eliminar ese mal.

Existen disímiles modos de ejercer la violencia sobre las mujeres y casi siempre pensamos en la que es golpeada, víctima de gritos, celos o violencia económica y pocos hemos girado las miradas hacia la mujer cuidadora.
Para nadie es un secreto que cuando existe una situación de cuidado en el hogar, por lo general la mujer de casa es quien lleva el mayor peso. Se ve obligada a disminuir sus tiempos, a privarse de ejercer sus desempeños profesionales, cuando no cuentan con los marcos regulatorios que permitan su desenvolvimiento en otras áreas, y quedan, en su mayoría, detrás de un delantal y reducidas a cubrir las demandas de la persona dependiente de cuidado. Esas, aunque no lo parezcan, también son manifestaciones de violencia arraigadas, principalmente, a la cultura patriarcal que coloca a las mujeres como principales responsables del cuidado.
De manera cotidiana y casi sin percibirlo la mujer cuidadora es víctima de estas formas de violencia no desde lo legal, pero sí desde el punto de vista subjetivo y simbólico. Tengamos en cuenta que violencia no es solamente el maltrato físico, también es privar de tiempo y de derechos.
Asumir el cuidado de niños, ancianos o enfermos es deber de toda la familia, pero si es la mujer de casa la que asume esa tarea, debe recibir la cooperación de quienes la rodean y además contar con los servicios de cuidado necesarios en una comunidad cada vez más demandante, creados a partir de programas y políticas encaminadas a esa temática.
El país, con la puesta en vigor del nuevo decreto 109, en busca consolidar un Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida en Cuba en función de garantizar el derecho de las personas a recibir cuidados y el reconocimiento social de quienes asumen estas responsabilidades, dará pasos importantes desde lo gubernamental y tocará, a la familia, hacerlo desde lo cultural.
Muchas acciones y cambios de mentalidad deben llevarse a efecto para aliviar un poco la carga de las cuidadoras para que en Cuba el cuidado deje de tener solo cara de mujer.

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