Opinión

Cuando se rompe la inercia

Visitas: 73

Odirley Ruiz
Sígueme
Últimas entradas de Odirley Ruiz (ver todo)
Risas, algarabía y ojos llenos de asombro son los elementos que siempre trae consigo el circo de Canillita, un espectáculo que logra unir a grandes y chicos en un mismo abrazo de alegría.
En tiempos de tensiones y ante la realidad que enfrenta el país, especialmente en lo referente a la generación eléctrica, estas noches de función se convierten en un escape momentáneo de la rutina diaria. Ver al público participar sin reservas, disfrutar y lanzarse a los desafíos más arriesgados de la noche es un regalo que contagia felicidad.
En presentaciones anteriores, el circo a la vieja usanza montaba su carpa tradicional, pero en esta ocasión, el escenario cambió. Mi comentario de hoy no solo busca ensalzar las actuaciones de Canillita, sino también reconocer al verdadero artista del pueblo: Alberto Acosta, así como la excelencia del equipo que lo acompaña.
Según me cuenta Alberto, este año decidió no montar la carpa debido a que el tiempo de presentación en Jaruco no excedería las dos semanas y el tráiler que mueve a su grupo requería mantenimiento. Sin embargo, era fundamental llevar su actuación al pueblo jaruqueño, público que él considera uno de sus favoritos dentro de la provincia.
Los inconvenientes comenzaron en la búsqueda de un lugar adecuado para desarrollar el espectáculo. La plaza resultaba demasiado abierta, mientras que el espacio destinado para la recreación en el antiguo Recanto (ahora «A tu gusto») implicaba movimiento constante de sillas y un pago por la locación que realmente no era rentable. Otras opciones eran demasiado pequeñas para un show que ha demostrado atraer a numerosos espectadores.
Así es como el circo terminó en la sala teatro del cine jaruqueño, un espacio inutilizado y en condiciones deplorables al cual dedico las próximas líneas.
El cine de Jaruco había estado cerrado durante más de ocho años debido al deterioro. La prensa local ha tocado ocasionalmente el tema sobre la necesidad urgente de recuperar este espacio vital para la vida de la Ciudad Condal. Las autoridades de cultura habían previsto incluir su reparación en el presupuesto del año pero no se materializó; se rumoreaba incluso que estaba en peligro de derrumbe. Existe toda una generación de jaruqueños —y adoptados como yo— que jamás había puesto un pie dentro de este lugar.
Y así fue como se le propuso a Alberto visitar este sitio, una opción más entre tantas otras que parecían inviables. Pero lo extraordinario ocurrió: no hay obstáculo que detenga cuando hay verdadera pasión por hacer algo.
Las primeras presentaciones generaron recelo entre el público, quien dudaba si realmente se llevaría a cabo el espectáculo en “la sala teatro del cine jaruqueño”. ¿Qué sucedió aquí? ¿Cómo es posible que un lugar abandonado por tantos años reabriera sus puertas? La respuesta tiene nombre y apellido: Alberto Acosta.
Canillita y su equipo decidieron apostar por esta oportunidad.
Limpiaron un lugar lleno de desechos y escombros que casi alcanzaban la altura del escenario. El falso techo destruido era uno de los mayores obstáculos estéticos. Las habilidades circenses de Alberto le otorgaron el valor necesario para trepar las altas vigas y desarmar lo que quedó del antiguo techo.
De su propio presupuesto corrió con los gastos para reparar parte de la instalación eléctrica —incluyendo cables, focos y mano de obra— así como también para contratar un camión destinado a sacar los escombros y recuperar los asientos del teatro. Todo esto permitió presentar el espacio listo para una función digna.
Por supuesto, no faltó la supervisión del cuerpo de bomberos ni el visto bueno de las autoridades locales. Con pocos recursos y financiamiento personal, Canillita logró abrir las puertas de un lugar cerrado y reclamado por muchos.
Este esfuerzo no solo revive un espacio cultural; también refleja cómo la pasión puede transformar lo olvidado en algo vibrante nuevamente. ¡Bravo por Alberto Acosta y su equipo!
No pretendo ser hiriente ni poner el dedo que juzga sobre planes, instituciones o personas específicas, pero se hace necesario pensar en qué se está haciendo por este pueblo que acogió tantos momentos culturales. ¿Cuántas cosas pudieran hacerse en este local si se pusieran manos a la obra y se rescatara del todo?
¿Asistiría usted que me lee no iría a ver una película en este local un viernes en la noche? ¿Sonaría bien un concierto de Jaruco Sax o nuestra banda de música desde ese escenario? ¿Podría pensarse en obras de teatro de esas que llenan la cartelera capitalina o quizás alguna nacida de nuestros aficionados? ¿La próxima gala por el día de la cultura cubana podría ser allí? Más que seguro estoy de que su respuesta, amigo, amiga, es un rotundo Sí.
Queda ver cuál será el próximo movimiento de los factores involucrados directamente que definen y aprueban planes y presupuestos. El paso del circo de Canillita y el trabajo de Alberto y su gente en este lugar demostraron que es más inactividad que imposibilidad estructural lo que nos limita, en lo que al cine respecta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

RSS
Facebook
Twitter
YouTube
Telegram