Opinión

Cubos, agua y café

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Suena la alarma, y junto al delicioso silencio tras apagarla, resuenan los huesos de Daysi cuando se incorpora de la cama. “Esta cintura no aguanta un cubo de agua más” – piensa mientras avanza a tropezones hacia la terraza.


Con oído entrenado escucha parada cerca de la cisterna…nada…ni una gota. Levanta la tapa y confirma. Desde ayer le tocaba el agua y no llegó. “Hasta dentro de 4 días no hay esperanza”.

“Por lo menos tengo café bueno” – se alegra Daysi mientras regresa a la cocina. Usa un jarrito y saca el agua del cubo junto al fregadero, para ahorrar. Prepara todo, puro café Cubita, porque el de la bodega brilla por su ausencia, y espera a que cuele.
“Si seguimos así mañana tengo que buscar una pipa” – piensa mientras echa el azúcar – “Ahora sí me quedo más pelá que un pollo, 2000 pesos pa’ 4 días de agua”.

Junto al energizante olor del café recién colado, Daysi recuerda con alegría lo bien que la pasaron los niños en la fiestas populares de Jaruco. A todos les hacía falta despejar. Sin embargo, “a un gustazo, un trancazo”. Ni el buen café es suficiente para amortiguar la ansiedad de saber que tiene una montaña de ropa por lavar.

Entre el adolescente en casa que usa tres y cuatro mudas al día porque “primero muerto que sencillo”, el niño de 9 que llega “hecho una bola de churre” de jugar en la calle y el marido que trabaja en “la mecánica”, más las mudas de salir el fin de semana, el cesto de ropa sucia pide a gritos que lo vacíen.

Y mientras se sienta en el sillón de la sala a disfrutar su café, decide que no mirará el piso sin limpiar hace más de una semana.

“¡La gente está que arde! ¿Cómo harán lo que tienen encamados o enfermos? Menos mal que los niños míos están grandes. ¡¿Quién me viera con un bebé y sin agua?! Si mima estuviese viva, ahí sí me da algo, cambiando sábanas todos los días” – reflexiona Daysi mientras se pregunta qué tiene este café que la ha puesto filosófica.

Una rápida mirada al Telegram de Radio Jaruco le informa que no hay nada nuevo sobre el agua, solo cambios de horario del abasto. “Los días pasan y seguimos en las mismas. Bueno, peor… cada vez llega menos agua, con menos fuerza. Los Jardines roto, y Manresa que está como Ruperto, un paso pa’ alante y dos pa’ atrás”.

Se estira al levantarse del sillón, se queja del dolor en la espalda y como atleta de maratón, se prepara para lo que será una jornada de muchachos en la casa de vacaciones.

El fregadero en constante ebullición, la cocina que no termina, la vigilancia perenne para que “¡no descarguen tan seguido!”, la hervidera de agua porque si cogen mal de barriga, ni guayabas verdes valen, y los cubos…los malditos cubos todo el santo día.

“Quizás mañana informen algo bueno, o venga una pipa estatal. Ojalá hagan algo rápido que ya no doy más” piensa mientras levanta el cubo resignada, y saborea el gusto amargo, pero familiar, que le dejó el café en la boca.

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