Crónica de un accidente anunciado

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Un sonido estridente atraviesa Jaruco todos los días y se ha vuelto parte de la conversación cotidiana entre mi familia y mis vecinos.

Una estela de comentarios se genera al ver y escuchar el sonido incresendo de una moto que pasa, casi siempre, varias veces en el día por la avenida 25 de Jaruco.

-«Ese muchacho se va a matar un día», me comenta alguien.
-«Es que la moto es de carreras», alegan unos vecinos en su defensa.
Y yo pregunto: ¿ acaso un vehículo de ese tipo es para hacer mandados con pasajeros incluidos y transitar por una vía principal?

Es un rugido preocupante, más allá de la contaminación acústica, que honestamente me tiene nerviosa. Un estruendo que escuchamos todos, incluidas las fuerzas del orden público, bien cerquita de la avenida principal.

Y para colmo, en estos días las redes se inundan con noticias de accidentes de tránsito, incluyendo desgraciadamente, víctimas fatales.

Si a la amenaza cada vez mayor del mal estado de las calles, la poca iluminación en muchas carreteras, las indisciplinas de peatones y las condiciones mecánicas de los vehículos, también le sumamos la irresponsabilidad de algunos y la impunidad, creo que no nos falta mucho para estar incluidos en una estadística de tráfico más.

Dice el refrán que nadie escarmienta por cabeza ajena, pero otro reza que guerra avisada no mata soldado y que más vale prevenir, que tener que lamentar.

Hagamos caso a la sabiduría popular, y de paso, como hacían las abuelas, coloquemos un vaso de agua a ver si ese muchacho oye consejo y llega a viejo.